Preciosa columna literaria que publica hoy en "El Día de Córdoba" mi hermano Azaústre (bendito seas). Espero que os guste, nos vemos esta noche en Córdoba.
EN el bolsillo de la gabardina de cualquier creador de Córdoba siempre hay una nota de adhesión a la Capitalidad, o un programa de mano, o unos apuntes para arrancar la letra de una canción. Todo lo importante se encuentra en los bolsillos, en la vida pequeña de unas manos: las llaves de la casa, la cartera, las fotos que uno quiere llevar cerca del pecho. Y también esos restos que luego se descubren ya casi borrados, que nos recuerdan tardes muy lluviosas, azoradas de frío las aletas de la nariz y las orejas, como el tique de entrada en algún cine, un concierto en el Gran Teatro o el último cuarteto llegado al Jazz Café. La vida se va haciendo con todos esos trozos que luego reaparecen, que son el testimonio del gusto y del dinero que gastamos en él: la factura de la última compra en la librería Luque, o la cuenta de unas cañas en Gaudí. Los libros, las cervezas. La vida, que se mueve, la vida que se queda como está. Sin embargo, qué pequeña aventura en los bolsillos, debajo del llavero, y también el relato minucioso de los arañazos sobre la cadena de un reloj de pulsera. Y de nuevo el programa de mano de una obra, aquella representación dramatizada de El collar de la paloma, hace un millón de años, o el recorte de una exposición en cualquier galería. Y las noches que duran lo que tiran del cuerpo. Y nuestra historia escrita en un papel a punto de romperse.
Ha habido ya algunos intentos por integrar, en una especie de memoria íntima convertida de pronto en algo público, el recuento noctámbulo de bares dedicados al asunto cultural. Ha habido muchos: por asiduidad, me acuerdo del Can-Can, el propio Jazz Café, el Amapola, y ahora también el Soul Food. Me dejo atrás algunos, que también tienen su público. Aquí existe un bagaje de difícil manejo, porque las propuestas son distintas, como los escenarios y los sentidos de oportunidad. No tengo claro que esta red nocturna deba integrarse en el programa oficial de la Capitalidad, o al menos no de manera expresa, porque podría perder parte de la gracia originaria, ese toque entre oculto y levantisco de organizar saraos musicales, poéticos y demás sin coberturas públicas. Sin embargo, las merecen: teniendo en cuenta nuestra oferta de alternativas de ocio, en el imaginario cordobés ya son motores vivos de la Capitalidad.
Uno de esos locales es La Espiga. Casi con luz de gas, la madera gastada como el Libertad 8, hasta la bonita escalera que hay frente al escenario minúsculo se llena con el público, con ese calor dulce del vino de las mesas. Hoy toca Manuel Cuesta. Cantará Tu risa en La Alameda, que grabó con Ismael Serrano. Ya tengo mi entrada en el bolsillo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario