CUÁNTO bueno por aquí, y además con frecuencia. Me gustan los conciertos de La Espiga porque tienen siempre la sorpresa a su favor, esa cualidad escueta del misterio que de pronto te asalta en plena acera, con un mensaje de móvil o una reseña en la agenda del día del periódico. Es como los viejos recitales de algunas librerías, cuando en el patio trasero se reunían unos cuantos iniciados en torno a un poeta que leía sus últimas composiciones, con ese amor al arte que es el arte mismo y su bandera interior. Así recitaba T. S. Eliot en la Gotham Book Mart, de Nueva York, una librería creada por Frances Steloff bajo el ejemplo lúdico de la Shakespeare and Co. parisina, gestionada por Silvia Beach. Eran los años de entreguerras, eran los días en que los libreros editaban los cuadernillos de los poetas, y ahí podían empezar lo mismo William Carlos Williams que Dylan Thomas o el primer Robert Felton, que todo era ponerse.
El ambiente lo podemos imaginar, porque de alguna forma también lo hemos vivido: un espacio pequeño, pero muy acogedor, probablemente con alguna planta y una luz mortecina cerca de la mesa del poeta. Una botella de vino, lo justo para invitar a medio vaso a los asistentes, y luego la palabra cristalina, o algo más corpórea si quien recitaba era Dylan Thomas, y después la noche con su abrigo lisérgico. En Córdoba, se cuenta algo parecido de los años heroicos de la librería Luque. Podrían servir también, en esta recuperación más que nada atmosférica, el ambiente de los cine-forum, o de los cines-estudio, en los sesenta y setenta, cuando debatir sobre los matices de las contradicciones en un buen guión en blanco y negro, como salida hacia la libertad, podía justificar cualquier salida de casa por la noche, mientras se escuchaban los discos de Paco Ibáñez o de Pablo Guerrero, porque tiene que llover verdaderamente a cántaros.
Se trata de la noche y sus complicidades, por más que la palabra esté ahora mismo demasiado manida, muy sobada. Pero eso es lo que puede encontrarse todavía en algunos sitios como La Espiga, donde esta noche toca Manuel Cuesta. El cantautor sevillano es un hombre fuera de época, por más que sea muy contemporáneo y tecnológico -la Red es su territorio-, porque es un cantautor más de la vieja escuela que los viejos, que ahora están en otras cosas, como el disco Guerrero/Álvarez, que ha sacado Pablo Guerrero en colaboración con Javier Álvarez, buscando nuevos sonidos, y otros ecos. Manuel Cuesta es cantautor por los cuatro costados, es cantautor retro o vintage, trovador con historias con ese nudo urbano de esperanza y ternura. Su disco La vida secreta de Peter Parker podía haberse titulado La vida secreta de Manuel Cuesta, que esta noche cantará en La Espiga.
(Publicado hoy en El Día de Córdoba)
1 comentario:
Ole.....
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